Santa María de la Alameda, un pequeño pueblo en la sierra madrileña, casi en la frontera con Ávila es uno de esos sitios a los que, salvo indicación expresa, uno jamás iría. Una tortuosa carretera, un frío que pela en invierno… muchos factores que no invitan a la visita. Pero hay uno, mucho más poderoso, que hace que ésta merezca mucho la pena: el asador Santa María.
En este caso la pista vino desde ese fantástico blog que regenta el amigo Matoses. Este tipo de direcciones “secretas” son las que más nos gustan a los aficionados a la gastronomía: lugares poco conocidos por el público general, poco comentados en los medios, con poca repercusión, pero que siempre encierran en sí algún producto o preparación maravillosos.
A esta casa se viene por el cabrito, pero se vuelve por muchas otras cosas. No sólo de cabrito vive el hombre, y la carta -cantada- da buena fe de ello: carnes de ternera autóctona, los mejores pescados del día, setas de la zona… Una cocina puramente de mercado (y despensa).
En el caso de querer tomar cabrito es más que aconsejable realizar la petición al hacer la reserva de la mesa, pues de esta forma nos aseguramos de la disponibilidad del mismo. Los ejemplares que manejan son autóctonos y se sacrifican con unos 20-30 días de edad, habiendo mamado únicamente leche materna.
Muy interesante a su vez la carta de vinos, con una buena selección de referencias a precios interesantes, dentro de las cuales destacan varias firmas que marchan ellos de forma exclusiva. Entre ellas, nos decantamos, por recomendación de Pablo, por un Viña Magna Reserva 2004, un vino de Ribera del Duero que, sin ser mi tipo ideal, se comportó más que correctamente con la comida.
Mención aparte merece la selección de destilados, whiskys especialmente, con la que los aficionados a esta bebida (yo no lo soy), disfrutarían enormemente.
PATATAS REVOLCONAS. Sencillamente impresionantes. Potentes, sabrosas y con unos torreznos de las que ya no quedan. Un fijo de la casa.
BOLETUS GUISADOS. Una cazuela a base de mucha cebolla bien sofrita y las setas, con una cocción prolongada, alejada de las habituales, en la que resulta un conjunto meloso y netamente sabroso.
MORCILLA. De la zona, con arroz y menos especiada que la burgalesa, se presenta simplemente frita. Otro plato para repetir.
PALETILLA DE CABRITO ASADA. Carne de excelente terneza, con un preciso asado, y escoltada por unas patatas adictivas. Únicamente se echó en falta un poco del jugo del asado para enriquecer el conjunto.
COSTILLA DE CABRITO ASADA. El punto negativo de la comida. En este caso la carne estaba pasada de punto, con algunos trozos muy resecos que la hacían imposible de comer.
COULANT DE CHOCOLATE CON HELADO DE VIOLETA. El clásico postre de chocolate, repetido hasta la saciedad y que, en este caso, resultaba más que agradable gracias a un chocolate de buena calidad.
CREMA DE QUESO CON DULCE DE MANZANA Y SORBETE DE MELOCOTÓN. El mejor de los postres: una base de compota de manzana, con una crema de queso (¿Philadelphia?) muy poco dulce y rematada con un sorbete muy conseguido de melocotón. Gran equilibrio de matices ácidos, dulces y lácticos.
TORRIJA. Versión clásica del postre, sin más misterio que un buen pan bien empapado en leche. Correcto.
En resumen, una fantástica experiencia, en un paraje idílico, perdido en medio de la montaña, donde reencontrarse con uno mismo y con una cocina de antaño, contundente y muy bien ejecutada.
Merece la pena el viaje.
SANTA MARÍA
Paseo Juan Carlos I, 29
28296 Santa María de la Alameda (Madrid)
Telf: +34 91 899 90 08